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Fue un gran orientalista francés del Instituto Católico de París. Estudió la lengua árabe y la enseño en dicho Instituto
Fue un gran orientalista francés del Instituto Católico de París. Estudió la lengua árabe y la enseño en dicho Instituto. Fue distinguido por su conocimiento científico; pues escribió libros de matemáticas y filosofía. Explicó el libro llamado Al Karauiât [Las esferas], verificado por Yahiâ ibn Muhammad Al Magribî (1891). También, publicó un libro sobre las clepsidras y el libro titulado Almagesto, de Abû Al Wafâ’ Al Buzyânî en el año 1892, así como el libro de Al Âlat wa Al Hial (Maquinas y mecanismos) de Herón de Alejandría basado en Qustâ ibn Lûqâ en el año 1893. Escribió un libro acerca de Avicena en el año 1900 y otro acerca de Al Gazâlî en el año 1902. Publicó un libro llamado Les penseurs de l'Islam [Los pensadores del Islam] en cinco tomos (1921-1926). También tradujo el libro llamado At-Tanbîh Ual Ishrâf [La advertencia y la supervisión] de Al Mas‘ûdî en el año 1904 y tradujo el Poema del alma de Avicena y el poema “At-Tâ’îah” de Ibn Al Fârid.
Los descubrimientos científicos más grandiosos
A pesar de que el orientalista francés Carra De Vaux comenzó su investigación con la siguiente frase “Quizá no predijimos que los árabes tuvieran aquel genio grandioso, el talento de la innovación científica y la actividad intelectual que los antiguos griegos tenían”, unas líneas después dijo “En realidad, los árabes lograron los descubrimientos científicos más grandiosos, así que nos enseñaron a utilizar el cero -aunque no fueron quienes lo inventaron- y de esta forma pudieron realizar los cálculos necesarios de la vida cotidiana. También, convirtieron el álgebra en una ciencia precisa y la desarrollaron, pusieron los fundamentos de la ingeniería analítica y fueron indiscutiblemente quienes fundaron la trigonometría plana y la esférica, que, para ser veraz y justo, hay que reconocer que los antiguos griegos no fueron quienes las inventaron. También registraron varias observaciones valiosas en la astronomía, y a través de sus traducciones, nos guardaron numerosos libros e investigaciones de los antiguos griegos cuyas copias originales han sido perdidas”[1].
Observar lo peor pone de relieve lo mejor
“El otro motivo de nuestro interés en los conocimientos de los árabes es su gran influencia sobre Occidente; ya que los árabes hicieron que la vida mental y el estudio científico llegaran a su nivel superior, en el momento en que el mundo cristiano luchaba desesperadamente para liberarse de las ataduras y esposas de la barbarie”[2].
Mediante eso resurgieron
“Desde el siglo XII en adelante, tanto Marruecos como Oriente se convirtieron en el centro de enfoque de todo occidental interesado en la ciencia. En dicho periodo los europeos comenzaron a traducir las obras de los árabes, tal como los árabes habían traducido las obras de los antiguos griegos. De esta forma, representaron el puente entre la cultura antigua y la civilización moderna; lo cual sucedió cuando el alma humana volvió a llenarse de amor por el conocimiento y por la investigación en la era del renacimiento científico, y se despertó por medio del destello del genio científico. Así pues, si [la humanidad] tuvo éxito en seguir el sendero correcto para trabajar y pudo producir e innovar, eso fue sólo porque el genio de los árabes guardó y completó las diferentes ramas de la ciencia, así como protegió el espíritu de la investigación científica y lo mantuvo vivo, ansioso por liberarse y moverse y dispuesto a los próximos descubrimientos”[3].
[1] Carra De Vaux, “Astronomía y matemáticas”, un estudio publicado en The legacy of Islam [El patrimonio del Islam], bajo la supervisión de Thomas Arnold, págs. 563 – 564.
[2] Ibíd., pág. 564.
[3] Ibíd., págs. 564-565
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