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El sistema financiero islámico, es uno de los sistemas más independientes y nobles en nuestra civilización...
El sistema financiero islámico, es uno de los sistemas más independientes y nobles en nuestra civilización. El Sagrado Corán declara este hecho en la aleya donde Al-lâh Dice [traducción del significado]: {Esto para que [el botín] no sea un privilegio de los ricos.}[1] . Por lo tanto, la civilización islámica tiene como objetivo la obligación de hacer circular el dinero entre todas las personas, y no reducirlo sólo a los ricos; porque esto puede causar inconveniencia a la comunidad musulmana, elevando a una clase social sin razón.
La tesorería es una fundación que supervisa todos los ingresos del Estado islámico y sus diferentes gastos; para estar bajo la autoridad del califa o del gobernador, quien es responsable de utilizarla según las Órdenes de Al-lâh (Glorificado Sea) en beneficio de la Ummah [comunidad musulmana] tanto en [estado de] la paz como en la guerra[2].
Los ingresos más importantes de la tesorería, incluyen: Azaque, Jarây (impuesto agrícola), Yiziah (impuesto de capitación requerido de los no musulmanes que viven en un Estado islámico), el botín (que obtiene quien vence en las guerras), Fai’ (El botín conseguido de los enemigos –de los musulmanes- sin combate) y las dotaciones. Todos estos tipos -excepto las dotaciones- son impuestos sobre las propiedades, las tierras o las almas[3].
Por otra parte, las responsabilidades del tesoro público, albergan todo dinero debido a los musulmanes, y no es propiedad de alguien en concreto, tanto como cada dinero que debe ser gastado en el beneficio de los musulmanes, así que todo esto debe ser gestionado por el tesoro público[4]. Debido a esta definición, el tesoro público es una de las más importantes asociaciones de la civilización islámica, pues es la única autoridad con derecho a gastar en los diferentes intereses de los musulmanes. Por lo tanto, tiene las autoridades del Ministerio de Hacienda y del banco central hoy en día.
Por consiguiente, los gastos del tesoro público, incluyen:
Primero: Los sueldos de los gobernadores, jueces, funcionarios estatales y empleados en el interés público, entre ellos, está el emir de los creyentes o el mismo califa.
Segundo: Los sueldos de los soldados y el ejército.
Tercero: El suministro del ejército con los equipos de combate, sean: armas, municiones, caballos y sus equivalentes.
Cuarto: El establecimiento de proyectos públicos, tales como: puentes, presas, allanamiento de carreteras, edificios públicos, casas de descanso y mezquitas.
Quinto: Los gastos de los establecimientos sociales, tales como: hospitales, prisiones y otros servicios (de utilidad pública) del Estado.
Sexto: La distribución de los subsidios a los pobres, a los huérfanos, a las viudas y a cada quien no tiene sostén. Así que el Estado lo mantiene y lo garantiza.
De lo antes mencionado, nos queda claro el preciso sistema económico desarrollado por la civilización islámica en sus primeros tiempos, y muy temprano antes que cualquier otra civilización. Pues, la civilización islámica, era la primera en organizar los ingresos y los gastos propios del Estado. Sin embargo, después de todos estos ingresos y gastos, puede haber algunos casos de urgencia, tales como los desastres, hambruna, falta de lluvia o epidemia mortal; lo que obliga al Estado a pedir a la gente rica donar sin coacción para salvar a la mayoría de los musulmanes, así como hizo ‘Uzmân ibn ‘Affân (que Al-lâh Esté compalcido con él) cuando donó mucho dinero para salvar a los musulmanes en el momento de la hambruna durante el califato de Abu Bakr (que Al-lâh Esté compalcido con él), y también como hizo ‘Abdur-Rahmân ibn ‘Auf (que Al-lâh Esté compalcido con él) durante el califato de Omar ibn Al Jattab (que Al-lâh Esté compalcido con él). Hay muchos ejemplos sobre eso en la historia islámica, que garantizan la continuidad del flujo de dinero al tesoro público, sin coacción, confiscación o fuerza[5].
Los musulmanes comenzaron la fundación del tesoro público, desde la época del Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam); ya que él (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) solía nombrar a los gobernadores y príncipes de las diferentes regiones. De modo que cada emir se encargaba de recopilar las limosnas, el Yiziah, los quintos del botín y el Jarây. Y a veces, el Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) designó a una persona responsable únicamente de los asuntos financieros, cuya misión consistía en cobrar el dinero debido al Estado, incluyendo: Jarây, Yiziah, diezmos (de la tierra) y caridades, y los entregaba al tesoro público de los musulmanes. El Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) hizo lo mismo con Mu‘âdh ibn Yabal (que Al-lâh Esté compalcido con él) cuando lo envió a Yemen para recoger las limosnas de sus funcionarios, y también con ‘Ubaidah ibn Al Yarrâh (que Al-lâh Esté compalcido con él) cuando lo envió a Bahréin para recoger su Yiziah[6].
La fundación del tesoro público desde la era del Profeta (Glorificado Sea), indica la precisión del sistema financiero islámico desde una época muy temprana; por lo tanto, era natural que la tesorería se desarrollara y evolucionara a lo largo de las diferentes épocas.
Debido a la extensión de las conquistas del Estado islámico en la era del califato ejemplar, sobre todo en la de Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él) y ‘Uzmân Ibn ‘Affân (que Al-lâh Esté compalcido con él), ya que Sham, Irak, Egipto, la Península Arábiga, Jabal, Armenia, Rey, Azerbaiyán e Isfahán fueron conquistados en la era de Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él), mientras que Kermán, Sistán Nishapur, Persia, Tabaristán, Herat y el resto de Jorasán y Afriqîah (Túnez) fueron conquistados en la era de ‘Uzmân (que Al-lâh Esté compalcido con él), así que era natural que los bienes con sus varias formas se depositaran en la sede del califato islámico en Medina[7].
Sin embargo, la multitud de esos bienes, hizo a Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él) llorar mientras contemplaba los botines llegando a Medina, incluyendo oro, plata, joyas preciosas, millones de dinares y dírhams, esclavos y telas, aparte de otras fortunas. Por lo tanto, Omar (que Al-lâh Esté compalcido con él) ordenó de forma inmediata establecer el sistema del diván; de modo que dedicó subsidios a los ciudadanos tanto como salarios para los soldados, como hemos mencionado anteriormente al hablar sobre el diván de asignaciones[8].
La política del emir de los creyentes, Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él), se basaba en no ahorrar el dinero en el tesoro público para los momentos críticos, sino repartirlo entre sus merecidos constantemente. Ibn Al Yauzi mencionó que Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él) “Ordenaba vaciar el tesoro público (de lo que contenía) una vez al año”[9]. Eso para repartir el dinero entre sus merecidos cada año. Sin duda, esto se considera de las obras grandiosas que la civilización islámica realizó; ya que el califato desde una época muy temprana, procuró conceder a los ciudadanos las porciones que el Estado les designó, entregándoselas en un tiempo concreto cada año sin retraso ni demora. Pues, esto se considera un tipo de solidaridad y mecanismo sistemático entre el gobernador y los ciudadanos.
Más bien, el emir de los creyentes ‘Ali ibn Abi Tâlib (que Al-lâh Esté compalcido con él) repartía el dinero del tesoro público cada viernes; “Hasta que no se quedaba nada”[10] por miedo de la tentación del dinero tanto para el gobernador como para los ciudadanos. Por eso, una vez ingresó en el tesoro público: “Así que encontró oro y plata, por lo tanto, dijo: ni el color dorado ni siquiera el plateado me podrán seducir, así que seduzcan a otros fuera de mí, pues a mí no me interesan”[11].
Lo que llama la atención aquí, es que los califas siguieron una política que implica separar entre las dos administraciones: la política y la financiera; para impedir la confusión, evitar los problemas y separar las autoridades. Ya que Omar ibn Al Jattâb encargó a ‘Ammâr ibn Iâsir (que Al-lâh Esté compalcido con ellos) el emirato de Kufa, enviando con él a ‘Abdul-lâh ibn Mas‘ûd (que Al-lâh Esté compalcido con él) como director del tesoro público, y a la vez “Maestro y visir”[12].
Bajo el califato omeya, los recursos de la tesorería aumentaron. Ibn ‘Abdul Hakam (falleció en el año 257 de la Hégira) señaló que la cantidad de dinero enviado por Maslamah ibn Majlad (que Al-lâh Esté compalcido con él), gobernador de Egipto, durante el califato de Mu‘âuîah ibn Abi Sufiân (que Al-lâh Esté compalcido con él) “Después de haber pagado los salarios al personal de la función pública y los sustentos de sus hijos, a los escritores, a los transportistas de trigo de Hiyaz, y las asignaciones de las emergencias que habían tocado tanto al pueblo como al país, sobraba el total de seiscientos mil dinares"[13]. Y esta suma de dinero –sin duda- era muy grande; ya que provenía de un solo Estado islámico, el cual era Egipto. Así que podemos imaginar la cantidad de los otros fondos que ingresaban al tesoro público, provenientes de los demás Estados islámicos. Sin duda alguna, estas enormes cantidades de dinero, confirman la importancia del tesoro público bajo el califato de los Omeyas, y por consiguiente, la grandeza de este califato.
De las palabras de Ibn ‘Abdul Hakam, se entiende que existía una administración central para la tesorería en la capital del califato islámico de Damasco, y sub-administraciones en cada Estado por separado. Sin embargo, los fondos acumulados en el tesoro público, se gastaban en el perfeccionamiento de las instalaciones de cada provincia, satisfaciendo sus necesidades de la mejor forma. Y después, el superávit de los fondos se enviaba a la administración central en la sede de la capital califal.
Era un derecho de los musulmanes en los diferentes Estados, oponerse al dinero enviado a la sede del califato, si no estaban seguros de que todos los musulmanes hubieran recibido sus asignaciones. Esto sucedió en Egipto durante el califato de Mu‘âuiah (que Al-lâh Esté compalcido con él); ya que los camellos fueron cargados de fondos y se dirigieron a Damasco, así que un hombre de Egipto llamado Barh ibn Haskal Al Muhri detuvo la caravana, preguntando: “¿Qué es esto? ¿Por qué nuestro dinero sale de nuestro país? Devolvedlo”. De hecho, volvieron hasta que llegaron a la mezquita, donde preguntó (al pueblo): "¿Habéis recibido vuestro salario y las asignaciones de vuestros hijos y las de sus emergencias?". Contestaron: “Sí”[14]. Entonces, el hombre permitió a la caravana ir a Damasco después de que se aseguró de que los soldados y los ciudadanos habían recibido sus asignaciones correspondientes. Indudablemente, esta situación demuestra la libertad de la cual disfrutaban los ciudadanos bajo el Califato Islámico.
También tenemos otro ejemplo en lo que los ciudadanos hicieron con el califa de los musulmanes Al Ualîd ibn ‘Abdul Malik (Falleció en el año 96 de la Hégira), cuando lo acusaron de gastar el dinero indebidamente. Por lo tanto, él convocó a la gente en la mezquita, subió al púlpito y dijo: “He oído que vosotros habéis dicho: que Al Ualîd gastó los fondos del tesoro público indebidamente. Oh ‘Amr ibn Muhâyir, levántate y trae los fondos de la tesorería”. Entonces, los fondos de la tesorería se llevaron sobre las mulas hasta la mezquita. A continuación, las esteras se tendieron en el suelo, y el oro puro y la plata se vertieron sobre ellas hasta que se convirtieron en montones. Esto fue algo grande. Luego, se trajeron los balanceadores que pesaron el dinero, el cual resultó ser suficiente para tres años próximos -en otra narración: dieciséis años- aunque no hubiera otros ingresos para la gente. Al Ualîd les dijo: “¡Por Al-lah! No he gastado ni un solo dírham en la construcción de esta mezquita de los fondos del tesoro público; pues, todo lo que he gastado era de mi propio dinero”. Entonces, el pueblo se alegró, recitando Al-lahu Akbar (Al-lâh Es el Más Grande) y Alhamdulil-lâh (Alabado Sea Al-lâh), luego suplicaron a favor del califa y se fueron dando las gracias a Al-lâh y rogándole Su perdón”[15].
Era derecho de los musulmanes también pedir prestado del tesoro público, sin discriminación al respecto entre el gobernante y los súbditos. Pues, ‘Uzmân ibn ‘Affân (que Al-lâh Esté compalcido con él) pidió prestado alrededor de cien mil dírhams de la tesorería, lo cual fue registrado por ‘Abdul-lâh ibn Al Arqam y atestiguado por ‘Ali ibn Abi Tâlib, Talhah, Az-Zubair, Sa‘d ibn Abi Uaqqâs y ‘Abdul-lâh ibn ‘Umar (que Al-lâh Esté compalcido con él), y cuando llegó la hora del plazo, Uzmân (que Al-lâh Esté compalcido con él) lo devolvió todo[16].
También, durante el califato de Omar ibn ‘Abdul ‘Azîz (que Al-lâh Esté compalcido con él), el Estado trató de reestructurar y reformar la tesorería a través de sus ingresos (Azaque, Yiziah, Jarây, los diezmos y los quintos). Pues, Omar ibn ‘Abdul ‘Azîz (que Al-lâh Esté compalcido con él) puso en marcha su política fiscal, aumentando el gasto destinado a los súbditos; de modo que gastó en la devolución de los derechos [a los oprimidos] hasta que la tesorería de Irak fue vaciada, y luego se le llevó el dinero de Sham[17].
Cuando Omar ibn ‘Abdul ‘Azîz (que Al-lâh Esté compalcido con él) logró realizar la justicia social y financiera con respecto a colectar los ingresos del tesoro público y a arreglar los gastos. Los fondos, en su época, se incrementaron exageradamente durante su califato; por lo tanto, comenzó a gastarlos entre las personas de una manera innovadora, la cual acabó con muchas crisis y problemas existentes en aquel tiempo. Así que ordenó al gobernador de Irak ‘Abdul Hamîd ibn ‘Abdur-Rahmân conceder a la gente sus asignaciones; por lo tanto, ‘Abdul Hamîd respondió al califa: “He dado a la gente sus asignaciones, y todavía sobra dinero en el tesoro público”. Entonces el califa le ordenó pagar las deudas de los endeudados del tesoro público, diciendo: “Busca a quien pidió dinero en prestado sin tontería ni exageración, y paga su deuda”. Contestó al califa: "He pagado sus deudas, pero todavía queda dinero en el tesoro público”. Entonces el califa le ordenó ayudar a los musulmanes jóvenes, hombres y mujeres, que estaban en circunstancias difíciles a casarse, diciendo: “Busca a cualquier (hombre o mujer) que no tiene dinero y quiere casarse, y págale los gastos del matrimonio”. Así que él contestó al califa: "He ayudado a todas las personas que encontré para casarse, pero aún queda dinero en el tesoro público".
Omar ibn ‘Abdul ‘Azîz (que Al-lâh Esté compalcido con él) ordenó poner en marcha un proceso de préstamo agrícola por parte del tesoro público, considerándolo un banco estatal; de modo que presenta préstamos a los agricultores cada vez que les toque una aflicción o dificultad. Así que dijo a su gobernador: “A quien no puede pagar Yiziah por su tierra, dale un préstamo para poder cultivarla. Pues, nosotros no los necesitamos para uno o dos años”[18].
El tesoro público era como una fortaleza inmune a la cual el Estado recurría en el momento de crisis y desastres. Pues, en el año de la hambruna, el año 18 de la Hégira, el califa Omar (que Al-lâh Esté compalcido con él) ordenó que los “alimentos y el dinero del tesoro público se distribuyeran entre la gente hasta que [la tesorería] fue vaciada”[19].
Por otra parte, cuando el califa abasí Abu Ya‘far Al Mansûr (Falleció en el año 158 de la Hégira) asumió el califato, adoptó una política financiera muy austera; de modo que impuso un estricto control sobre cada dinar o dírham tomado del tesoro público; para proteger los fondos del Estado. Y como resultado de esta política estricta, la gente se vio seriamente afectada, hasta que el califa Al Mansûr fue descrito como un tacaño. Y cuando su hijo Al Mahdî asumió el califato, cambió la política de su padre, creyendo que facilitar la condición [financiera] de la ciudadanía y gastar por ellos, tenía la prioridad sobre la avaricia y la privación. Por lo tanto, ordenó al inicio de su gobierno “distribuir los enormes ingresos de oro y plata en el tesoro público acumulados durante el califato de su padre entre la ciudadanía, sin dar nada a su familia ni esclavos, sino que les dedicó asignaciones de la misma de acuerdo a sus necesidades. A cada uno le correspondían 500 (dírhams) al mes, aparte de las otorgaciones. Mientras que su padre procuraba ahorrar los fondos del tesoro público, y solía gastar al año sólo dos mil dírhams del dinero de los nobles”[20].
El total del dinero en el tesoro público alcanzó niveles sin precedentes en cuanto a su abundancia, como resultado de la política moderada seguida por algunos califas. Ya que lo trasladado a la tesorería durante la época del califa abasí Harûn Ar-Rashîd, alcanzó los “Siete mil y quinientos quintales por año”[21]. También el califa abasí Al Mu‘tad (Falleció en el año 279 de la Hégira) –al morir- dejó solamente en el tesoro público de Bagdad lo que algunos historiadores, como Ibn Kazîr, estimaron por “diecisiete millones de dinares”[22], la cual es una suma enorme, sobre todo si sabemos que un dinar equivalía a 4,25 gramos de oro.
Cuando la presión financiera incrementó para el Estado, especialmente en los tiempos de guerras y crisis, algunos príncipes - a pesar de su desesperada necesidad de fondos - siguieron distribuyendo mucho dinero entre los débiles, los pobres y los ‘Ulamâ’ (Pl. de Âlim, erudito) del tesoro público. Así que ésta servía tanto para gastar en la guerra como para mantener a los pobres. Algunos cercanos al príncipe Nûrud-Dîn Mahmûd, cuando vieron su constante salida a la yihad con costos exorbitantes de las expediciones, le dijeron: “Usted tiene muchas donaciones en sus países, las cuales son destinadas a los eruditos, pobres, sufíes, recitadores del Corán y otros. Así que si las utiliza en este momento, será mejor. Se enojó y dijo: “¡Por Al-lâh, espero la victoria por ellos! Ya que se os otorga el sustento y obtenéis la victoria por la gente pobre. ¿Cómo puedo cortar los lazos con la gente que me defiende mientras duermo con flechas que no se equivocan? ¿Y cómo puedo gastar (el dinero que doy a ellos) en otras personas que sólo me defienden cuando me ven, con flechas que pueden golpear (el objetivo) y pueden errar? Esas personas tienen una porción en el tesoro público, ¿cómo podría entregarla a otros?”[23].
La civilización islámica en Al-Ándalus conoció el tesoro público de la misma forma de las tesorerías en Oriente; sin embargo, su sede en general, era a menudo en la mezquita, con el fin de preservarla y elevar su posición, sobre todo bajo el califato omeya en Al-Ándalus[24].
Lo que más distinguió el tesoro público en la época de los mamelucos, fue su gasto en maravillosos edificios e instalaciones, que todavía existen hasta hoy en día; tal como: la mezquita de Adh-Dhâhir Bibars, la escuela y el hospital de Qalaûn, la mezquita de An-Nâsir en la Ciudadela, la ciudadela de Qaitbey y la mezquita del Sultán Qansuh Gauri[25].
La clase gobernante mameluca, se esforzó para asignar la gestión del tesoro público a los alfaquíes conocidos por la rectitud y el conocimiento, como ‘Izzud-Dîn Ibn Yamâ‘ah, quien asumió el cargo de director del tesoro público, aparte de la supervisión de la mezquita de Ahmad ibn Tûlûn, en el año 731 de la Hégira[26].
De hecho, el tesoro público era como un cuerpo fortificado al cual recurrieron los establecimientos gubernamentales en la civilización islámica con frecuencia en diferentes épocas. Así que cumplió con todas las necesidades y deberes que se impusieron a ella de la mejor forma posible. Y la verdad es que el tesoro público en nuestra civilización islámica refleja obviamente la precisión y la organización de esta civilización desde sus inicios.
[1] [Corán 59:7].
[2]Munîr Hasan ‘Abdul Qâdir, Mu’assasât Bait Al Mâl Fi Sadr Al Islâm, pág. 47.
[3]Shauqi Abu Jalîl, Al Hadârah Al ‘Arabiah Al Islâmiah (La civilización árabe-islámica), pág. 331.
[4] Al Mâuardi, Al Ahkâm As-Sultaniah, pág. 278.
[5] Véase: ‘Ali ibn Nâif Ash-Shahûd, Al Hadârah Al Islâmiah Bain Asâlat Al Mâdi Ua Âmâl Al Mustaqbal, pág. 257.
[6]Abu ‘Ubaid, Al Amuâl, pág. 41.
[7]Véase: Al Qalqashandi, Subh Al A‘sha 3/285.
[8]At-Tabari, Târîj Al Umam Ua Al Mulûk 2/519.
[9]Ibn Al Yauzi, Manâqib Amîr Al Mu’minîn ‘Umar ibn Al Jattâb, pág. 79.
[10]Abu Al ‘Abbâs An-Nâsiri, Al Istiqsâ 1/112.
[11]Ibn Al Uardi, Târîj ibn Al Uardi 1/157.
[12]Ibn Sa‘d, At-Tabaqât Al Kubra 3/255.
[13]Ibn ‘Abdul Hakam, Futûh Misr Ua Ajbâriha, pág. 117.
[14]Ibn ‘Abdul Hakam, Futûh Misr Ua Ajbâriha, pág. 345.
[15]Ibn Kazîr, Al Bidâiah Ua An-Nihâiah 9/170, 171.
[16] Al Balâdhuri, Ansâb Al Ashrâf 6/173.
[17] As-Sal-lâbi: Ad-Daulah Al Umauiah, pág. 336.
[18] Ibn ‘Asâkir, Târîj Dimashq 45/213.
[19] Ibn Kazîr, Al Bidâiah Ua An-Nihâiah 7/103.
[20] Ibídem 10/163
[21] Ibn Jaldûn, Al ‘Ibâr Ua Diuân Al Mubtada’ Ua Al Jabar 1/181.
[22] Ibn Kazîr, Al Bidâiah Ua An-Nihâiah 11/106.
[23]Ibn Al Azîr, Al Kâmil Fi At-Târîj 9/463.
[24] Véase: Ibn ‘Adhâri, Al Baiân Al Mugrib 2/230.
[25] Al Baiûmi Ismâ‘îl, An-Nudhum Al Mâliah Fi Misr Ua Ash-Shâm Zaman Salâtîn Al Mamâlîk, pág. 264.
[26] Al Maqrîzi, As-Sulûk 3/146.
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