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Los ocho siglos, en los que el Islam gobernó Al-Ándalus, representaron una historia crucial en el curso de toda la civilización humana...
Los ocho siglos, en los que el Islam gobernó Al-Ándalus, representaron una historia crucial en el curso de toda la civilización humana, ya que Al-Ándalus era una fuente de civilización en el sureste del continente europeo, donde se había puesto el sol de la civilización griega y la romana, y que vivió durante siglos en la oscuridad de la ignorancia, el retraso y las guerras religiosas sangrientas.
Si la civilización islámica fuese como el resto de las civilizaciones, las cuales se las puede describir por ser: colonialistas, usurpadoras o destructivas, de estrategias basadas en saquear las colonias y exportar sus riquezas y tesoros a la capital del imperio, o si fuese como las civilizaciones que se interesan en reconstruir la tierra pero esclavizan a los hombres; si fuese así, habría sido más simple hablar acerca de sus efectos civilizadores en los pueblos vencidos, pero jamás fue así.
La civilización islámica era humanitaria y de altos valores morales en primer lugar, y a través de este privilegio, el cual la distingue del resto de las civilizaciones, pudo convertirse en la civilización de más rápida extensión y de más profunda influencia a lo largo de toda la historia. No alego que este privilegio pertenezca a los árabes o a otros, sino que veo que es la diferencia entre el método de los hombres y el del Señor de los hombres. Por eso, me atrevo a decir que el mérito del método del Al-lâh en comparación con el de Sus seres creados, es como Su mérito sobre el de sus siervos.
Cabe mencionar que, sin ningún tipo de coacción a los adeptos de las demás religiones y sin ningún intento de difundir la arabización, la gente abrazó el Islam y procuró aprender la lengua árabe por propia iniciativa; no solamente por ser el idioma oficial del Estado, sino por ser el idioma de la civilización en aquel entonces.
Entonces, a lo largo de ocho siglos, España vivió bajo el mandato islámico, lo que hizo que sus habitantes y sus vecinos se interesaran en estudiar el Islam e investigarlo desde aquel período, de forma tan profunda como lo fue la existencia islámica en España.
Y a diferencia de la tolerancia de la conquista islámica con los pueblos españoles, la salida islámica fue salvaje y expresó un odio ciego que no le bastó con expulsar a la gente, obligarlos a abandonar su religión, quemarlos, matarlos y efectuar la Inquisición -lo que nos lleva a decir que los musulmanes [de Al-Ándalus] fueron expuestos a las peores matanzas en la era antigua y medieval-, pues, incluso, llegó a quemar los manuscritos árabes y las valiosas ciencias, en lugar de aprovecharse de los mismos y basarse en ellos. De este modo, pocos años después, España volvió a una nueva época de decadencia.
Dicha época de horrible decadencia cultural española duró tres siglos hasta los finales del siglo XVIII, luego las condiciones comenzaron a mejorarse en el siglo XIX. Y hasta el momento, jamás España, que fue una vez la tierra de la civilización, ha podido alcanzar lo logrado por Inglaterra y Francia, que no gozaron de ninguna civilización en la era medieval.
Nos sorprenderá y a la vez nos hará comprender la gravedad de la crisis de la civilización en aquellas épocas, saber que España y Portugal (ambos países formaban Al-Ándalus), después de la era islámica, comenzaron los movimientos de exploración geográfica por la Tierra, los cuales se basaron, al comienzo, en los mapas islámicos y en los concomimientos del navegante musulmán Ibn Mâyid. Pues, a través de ambas cosas pudo Colón descubrir el Cabo de Buena Esperanza, luego el viento lo arrojó, sin darse cuenta, hacia las orillas de las Américas, y falleció pensando que era tierra de la India y no un nuevo mundo, hasta que dicho concepto fue corregido por Américo Vespucio y confirmado luego con los viajes de Fernando de Magallanes.
Esta época -justo después de la época islámica- presenció un flujo de fondos tanto para los portugueses como para los españoles, lo que produjo cambios en la situación económica y les hizo dominar los mares y, por consiguiente, el movimiento comercial -de este a oeste y viceversa-. Y a las orillas africanas occidentales y las del sur de Asia se formó el imperio portugués basándose en el mar, tal imperio que luego fue heredado por los españoles y los holandeses. De dichos incidentes resultaron muchas cosas cruciales a nivel histórico. Pero lo que nos interesa al respecto son solamente dos cosas:
Pese a la riqueza creciente de los españoles y portugueses -a causa de su dominación del comercio marítimo y, luego, del descubrimiento de abundante plata y oro en las Américas, a tal punto de que aquella época llegó a denominarse la era de la plata-, pese a eso, no llegaron a tener un renacimiento cultural, sino que, por el contrario, sus condiciones con respecto a la agricultura, la industria, la minería y el movimiento científico se empeoraron. Si los españoles hubieran reflexionado y hecho tal como los normandos hicieron con los musulmanes en Italia cuatro siglos antes, España se hubiera convertido en el líder de aquella época sin rivales, ya que disponían de un patrimonio cultural inmenso, junto con abundantes recursos económicos.
El movimiento de exploraciones geográficas era, en gran parte, batallas con otros territorios islámicos; como sucedió en la costa del sur de África, la costa del sur de India o las guerras contra la flota otomana en competencia por la hegemonía comercial marítima. Todos erran otros territorios de contacto con el mundo islámico, el cual fue un mundo con otros sabores –por decirlo así- diferentes del sabor andalusí. Sin duda, fueron otros puntos de influencia e interacción, así como puente de contacto especial que distingue a España y Portugal en cuanto a la influencia de Oriente en Occidente. Esto se incluye, sin duda, en nuestra investigación acerca de las relaciones hispano-islámicas o la historia de las relaciones occidentales-orientales.
No obstante, estos puentes culturales y estas abundantes riquezas que duraron desde el siglo XVI y hasta los comienzos del siglo XVII, vivieron bajo un raro fanatismo, que pronto condujo a la desestabilización de dicho imperio que pasó a ser heredado por los ingleses, franceses y holandeses, entre otros. Y finalmente, España volvió de nuevo a buscar su esencia, entidad y un camino para desarrollarse.
Ésta fue una breve presentación acerca de la historia de las relaciones españolas con el Islam y su mundo, la cual nos será útil para pasar a hablar acerca de la historia del orientalismo en España.
Podemos decir que estas relaciones no se cortaron desde la época en que los musulmanes estaban en España, excepto en aquellas épocas oscuras, en las que se realizaban operaciones de genocidio contra los musulmanes. Pues, cuando el famoso Concilio de Vienne fue celebrado bajo el patrocinio del Papa Clemente V, y se decidió enseñar las lenguas orientales en Europa, esto fue en los años 1311-1312 d.C., de modo que se fundó un departamento del idioma árabe en la Universidad de Salamanca, donde el número de los departamentos de lenguas orientales llegó a 25 departamentos en el siglo XVII.
En el siglo XVIII hubo un avance gracias al Rey Carlos III, quien amplió la Biblioteca Real y organizó la Biblioteca del Monasterio Escorial. Encima, dominar el idioma árabe era considerado una de las cualificaciones para el ascenso laboral en su época. Pero el verdadero interés en la lengua árabe fue a mediados del siglo XIX, ya que se decidió enseñar el idioma árabe en las universidades. Y en 1933 se construyó el Instituto de Estudios Árabes en Madrid, que siguió ampliándose hasta que llegó a formar parte del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid.
En Madrid fue establecida la Escuela Superior de Lenguas, la cual albergaba un departamento de lengua árabe. También fue fundado el Instituto Egipcio de Estudios Islámicos en el año 1950. Y en 1974, según un artículo de la Ley Reguladora de las Universidades, el idioma árabe fue incluido entre los idiomas modernos, al igual que el inglés y el francés. Al año siguiente, fue fundado el Instituto Hispano-Árabe de Cultura, cuyos filiales se extendieron por muchas capitales árabes, y tiene dos sucursales en Egipto ubicados en El Cairo y Alejandría. También en las facultades de letras se encuentra un departamento del idioma árabe. Además, hay departamentos de árabe en las escuelas de comercio.
Y en cuanto a las bibliotecas españolas que abundan en manuscritos árabes, la más famosa e importante en España es la Biblioteca del Escorial, la cual contiene casi 2000 manuscritos árabes, aparte de otros orientales. El origen del contenido de esta biblioteca fue lo que no se perdió de la Biblioteca de Granada y lo que se puso a salvo de las quemazones ejecutadas por las inquisiciones y del incendio que estalló en la misma en el año 1671. Le siguen en importancia la Biblioteca Nacional de Madrid y la de la Unidad de Bibliotecas de Investigación Científica. A todas estas se añaden las bibliotecas de las universidades españolas, los institutos árabes y orientales y los centros de investigaciones. Pues, en cada una de estas se encuentra algo, sea poco o mucho, del patrimonio islámico[1].
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